Primeras impresiones al llegar a Dinamarca

 En: Dinamarca

Este post no esta editado. No lo releí, ni le agregue fotos. Así como lo escribí, como lo siento, como me salio, lo tiro. Así que si no les gusta, es entendible. Si estuviéramos cara a cara, y me piden que cuente, y nadie me interrumpe ni pregunta nada, este seria mi monologo. Espero de todas formas que les guste.

Llegando a Dinamarca por primera vez

Desde que salimos de Bruselas con el vuelo directo a Copenhague, la sensación era muy extraña. El vuelo no era lo mismo que cualquier otro. No estábamos yendo de vacaciones, ni como turistas. Teníamos intención de quedarnos «un poco mas». Íbamos a ver de instalarnos, y buscar trabajo. Muy distinto a cualquier otro viaje.

Es inevitable que en ese momento te asalten las dudas. Principalmente, porque decidimos venir un año a un país que, sencillamente, no conocíamos. Lo habíamos visto por fotos, y la realidad es que tampoco es deslumbrante. Pero ya estábamos. No había marcha atrás.

Cuando por la ventanilla del avión empece a ver, desde arriba, recortadas las islas, el contorno de la isla de Sealandia, entre en pánico.

Después de la experiencia de Berna, me agarro un pánico por si la ciudad me decepcionaba. Intente calmarme, básicamente porque ya no tenia escapatoria. Pero no podía. El miedo de que la ciudad me pareciera horrible se apodero de mi. Y pensando en que pase lo que pase iba a tener que poner una buena cara, o volver a casa, sencillamente deje que todo fluya.

La sorpresa no hubiera podido ser mejor. La ciudad me pareció hermosa. La primera noche nos alojamos en un Hostel, ya que el departamento lo teníamos disponible a partir del día siguiente. Por lo cual, en un recorrido netamente turístico, nos dimos cuenta de todo lo lindo que una ciudad así tenia para ofrecer.

Desde el aire

Recorriendo Copenhague con ojos de turista

La primera sensación, cuando recorría la ciudad, era que sin lugar a dudas Copenhague no era una ciudad con grandes atractivos turísticos. Es muy difícil ponerla al nivel de otras capitales europeas. Pero, por el contrario, fue una de las pocas ciudades que estaban diseñadas pura y exclusivamente para sus residentes, y no tanto para los turistas en si.

Esto puede parecer un detalle menor, pero la realidad es que ciudades como Venecia, o Roma, piensan exclusivamente en el turismo, y la gente que vive día a día (y no trabaja con los turistas) lo único que quiere es que llegue la «temporada baja».

En cambio, acá la gran cantidad de servicios, transportes, oficinas publicas, comercios, y por sobre todo bici sendas, demostraban que su prioridad eran sus habitantes.

También pude notar que la gente era excesivamente despreocupada. Es difícil de explicar, pero nadie, nadie te da bola. Nadie se va a dar vuelta para mirarte, hagas lo que hagas. Todo el mundo intenta pasar desapercibido, mezclarse y perderse. Todos hablan bajo, nadie grita.

Me gusto la primera impresión. Creo que va a ser un buen lugar para vivir.

Y una vez ya instalados…

Al día siguiente nos instalamos en el departamento. Nuestros compañeros de departamento son excelentes. Una pareja de Portugueses y un Islandés del que poco sabemos, ya que viene a dormir nada mas. La convivencia parecía que iba a ser excelente, y así fue. Por el momento nos llevamos muy bien.

Ese mismo lunes nos dirigimos a la International House, lugar donde todos los extranjeros van a realizar sus tramites. Sabíamos que no había nada que temer, ya que la gran comunidad de Argentinos en Dinamarca así nos lo hizo saber. Lo que nunca me hubiera imaginado es que un servicio publico pudiera ser TAN distinto entre Argentina y Dinamarca.

Todo, absolutamente todo es digital. Llenas una hoja a mano para que ellos lo transcriban en el sistema. Te dan un numero. El tiempo de espera fue 20 minutos. Estuvimos 20 minutos adentro.

En la recepción, había una fotocopiadora, gratuita por supuesto. Uno sencillamente iba y la usaba. Una computadora, para buscar papeles si uno necesitaba, y lo mandaba a imprimir. Lapiceras, muchas lapiceras. SIN ATAR. Todos la usaban y la devolvían. Nadie se las llevaba. Todo estaba limpio. Asientos suficientes. Baños impecables.

Palabras aparte, la señora que nos atendió. Lo primero que me dijo (a mi, se ve que me vio la cara) es que este tranquilo. Me pidió los papeles, los reviso, y fue cargando los datos. Nos hizo varias preguntas (completamente normales) y nos dio el comprobante. Nos explico lo que teníamos que hacer, y que cuando consiguiéramos trabajo vayamos a la misma oficina para regularizar el tema impositivo. (me voy a explayar mas en el proximo post, que de hecho ya lo empece a escribir).

Salimos, ya sin mas preocupaciones.

En pocos días conseguimos bicicletas. Las compramos, usadas.

Mucho verde, no hay grandes edificios, los espacios públicos tienen una vital importancia para los Daneses a simple vista.

Recorrimos la ciudad, conocimos, vimos como es la vida. Los daneses son despreocupados. Son tranquilos. Su percepción de la ley es muy estricta. Todo es ordenado. Todo funciona.

Uno puede extrañar a su país, su vida, sus calles. Pero es muy difícil no enamorarse de un país así.

Barrio Copenhague
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Mostrando 2 comentarios
  • Ignacio Pell Richards

    Solo para decirte que me encanto este articulo, me estoy yendo en junio y tu blog me esta ayudando mucho.

    Muchas gracias

  • German

    Hola Ignacio, me alegro mucho que te este ayudando, esa es la idea!

    Saludos!

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